Sobre la Fundación.
Julio María Sanguinetti
Presidente de la Fundación Círculo de Montevideo
Carlos Slim
Presidente Empresarial de la Fundación
Felipe Gonzalez
Vicepresidente
Carlos Magariños
Vocal
Natalio Botana
Vocal
Enrique Iglesias
Secretario
Isabel Vázquez D'Elía
Coordinadora General
Un nuevo, nuevo tiempo
Han pasado ya casi 30 años desde que convocamos, bajo la consigna de “Los nuevos caminos de América Latina”, a un grupo de intelectuales, políticos y representantes de organismos internacionales. Nos motivaban los cambios que se iniciaban, tanto a nivel mundial como en la comarca latinoamericana, bajo el gran titular de “las globalización”. Era un reto que imponía reflexionar. Hoy estamos de nuevo en otro tiempo, pero bueno es mirar lo recorrido.
De aquel primer encuentro, en la capital uruguaya, surgió el "Circulo de Montevideo", como iniciativa académica destinada a seguir analizando los problemas continentales a través de nuevos encuentros, publicaciones y reuniones de trabajo que pudieran estimulr acciones concretas. Desde entonces ha sido una usina de reflexión a propósito de asuntos diversos que hacen al acontecer desde múltiples perspectivas: "Estado, mercado y equidad", "Inversión social y gobernabilidad democrática”, Los partidos políticos y la sociedad civil en el marco de las nuevas realidades mundiales", "Integración y cohesión social". Las reuniones de debate se desarrollan en diferentes países, siempre democráticos, pero, con las más diversas realidades sociales y económicas, aprovechando el aporte de nuevos integrantes e invitados especialistas en los temas de trabajo.
A partir de la común filosofía democrática y liberal, con todos los matices del caso, se reflecionó sobre esos nuevos caminos. La globalización establecía una nueva frontera del desarrollo de la que nuestros pueblos debían ser partícipes activos.
La idea de democracia y el Estado de Derecho aparecían sin competencia a la vista, pero se advertía en todas partes un creciente desinterés del ciudadano, portador de anticuerpos que generaron un inocultable desencanto por la acción pública, especialmente de los partidos políticos. A este fenómeno negativo se le fueron añadiendo otras fragilidades institucionales, que llevaron a situaciones críticas, como gobernantes electos que no podían terminar su mandato o arrebatos populistas que bajo la formalidad legal violentaban su espíritu.
La economía de mercado, a su vez, también tuvo una afirmación categórica, aún más amplia geográficamente que la democracia política, porque hasta sistemas como el chino se adaptaron a ella. No obstante, esa expansión, resultó claro –a poco de andar- que las fuerzas del mercado no eran suficientes para brindar educación, salud o vivienda a los más necesitados. Se intentaba la reversión de la hipertrofia del Estado Benefactor, pero ese proceso no podía desembocar en un desmantelamiento abrupto, generador de inmanejables tensiones sociales.
Esos temas fueron abordados bajo el esbozo clarividente que ya en su tiempo había establecido Alexis de Tocqueville: "Instruir la democracia, reanimar si es posible sus creencias, purificar sus costumbres, reglar sus movimientos, sustituir poco a poco la ciencia de los asuntos a su inexperiencia, el conocimiento de sus verdaderos intereses a sus ciegos instintos, adaptar su gobierno a los tiempos y a los lugares, modificarlos siguiendo las circunstancias y los hombres; tal es el primer deber impuesto en nuestros días a quienes dirigen la sociedad. Hace falta una ciencia política nueva para un mundo nuevo".
Seguimos entonces nuestras convocatorias bajo las consignas de" Gobernabilidad interna en el contexto de la globalización". En ellas se mantuvo como idea filosófica central la que enuncia el mismo tema de cada una de sus reuniones: "Democracia: nuevos códigos para una idea eterna", "Más allá de las ideologías, el desafío de la competitividad”, “Estructura financiera, una disciplina necesaria".
Advertimos tempranamente sobre amenazas latentes a la democracia. Luego se precipitaron los sucesos del 11 de septiembre de 2001, que produjeron tres reuniones plenarias: "Después del 11 de septiembre", "De nuevo un mundo inestable" y "El mundo después del terrorismo". Fueron temas surgidos como imperativos de la realidad, bruscos sacudones que controvertían la idea de aquel sueño de paz que pareció asomar luego de la caída del Muro de Berlín en 1989.
Pensando como Baudrillard en El Crimen Perfecto, que “dada la acumulación de pruebas no hay hipótesis más verosímil que la realidad” el análisis de estos grandes sucesos mundiales nos demostró la obsolescencia de los dogmas antiguos.
Se hizo necesario un gran esfuerzo intelectual y un vigoroso impulso político para, sin caer en nuevas concepciones dogmáticas, alumbrar nuevos caminos que nos condujerasn a la consolidación de las democracias, la creación de mercados competitivos, la construcción de sociedades equitativas y cohesionadas y al reconocimiento de América Latina como un actor relevante de la nueva gobernabilidad global. Por lo tanto, el análisis del Círculo se orientó a otros temas: "Estabilidad democrática y apertura: factores imprescindibles para la América Latina del siglo XXI", "¿Cómo aprovechar la bonanza? “y "¿Estamos ante un nuevo ciclo?".
Por estas vías hemos avanzado todos estos años. A veces comparando, a veces proponiendo, en ocasiones partiendo de los desafíos de la realidad o bien construyendo ideas capaces de cambiarla. “Imaginando el contrario se arroja luz sobre la verdad de un objeto", enseñaba, Aristóteles. Y esto no es sencillo, cuando la democracia de los hombres, llena de las debilidades humanas, se confronta con su imagen teórica o cuando a la economía de mercado no sólo se le pide eficiencia y crecimiento sino también la justicia que antes se le reclamaba al Estado. De todos modos, hemos generado un pensamiento que ha sido acogido en ámbitos diversos con real interés y que pensamos debe seguir desarrollándose en ese mismo rumbo. En ese sentido, la experiencia obtenida en los veintinueve años transcurridos desde su fundación deja en claro que el Círculo ha consagrado a sus tareas esenciales más del 90 % de los fondos que se le han confiado, generando una experiencia particularmente valiosa en la administración de proyectos académicos.
Sobre el caudal de realidades y pensamientos recogidos a lo largo de estos años se continuó en la labor de acercamiento empresarios-Estado, bajo la premisa del mejoramiento de las realidades sociales. Su preocupación derivó en los encuentros: "Crisis Mundial, antes, ahora y después", "Quince años después. Un mundo en tránsito".
Atendiendo al tiempo de cambios y los cambios de tiempo, en el año 2012, luego de un par de experiencias piloto, incorporamos formalmente a un grupo de empresarios de forma permanente a nuestras reuniones y tuvimos el gusto de que asumiera la presidencia Empresarial de la Fundación Circulo de Montevideo el Ing. Carlos Slim Helú . Nos convocó entonces, la consigna, "Después de la globalización y la crisis ¿está claro el rumbo? Dudas y certezas".
De esa idea nació nuestro programa “Tendiendo Puentes”, una convocatoria para armonizar los diversos actores de la sociedad. Sin competitividad no hay economía vigorosa y tampoco la habrá sin seguridad jurídica.
Ella solo será realidad con una sociedad equilibrada, preservada de la amenaza de los estallidos sociales. Todo ello requiere, hoy más que nunca, ciudadanos conscientes de sus deberes y preparados para un mundo global.
Por eso nuestro tema el año 2013 fue la educación “Educar hoy. Qué y cómo?” y 2014 uno que viene desafiando a la democracia: “Empleo en el siglo XXI: nuevas formas”.
La revolución científica–tecnológica nos modifica permanentemente los modos de producción y ello va generando, al tiempo que avances notables, rezagos sociales y pérdida de empleos no siempre fáciles de transformar.
En el 2015 conjugamos las tres partes de un escenario cambiante, pero con actores permanentes que hacen a la realidad social: gestión política, educación y empresarios.
Nos reunimos en un ambiro educativo analizando el tercer componente de la gestión social. Nuestro tema fue “Crisis de la gobernanza de la democracia representativa” redondeando los debates y análisis que hacen a la implementación del continuo desarrollo, crecimiento competitivo con inclusión social.
Finalizamos el diseño de nuestro Índice de competitividad empresarial y en el 2016, año de celebración de nuestros 20 años de trabajo, nos abocamos a la formalización.
La consigna que nos movilizó en 2016 fue la “Inserción de América Latina en la nueva civilización” buscando debatir sobre los diversos ámbitos que ella requiere. En el 2017, hundidos en la perplejidad de que, pese al éxito de la democracia liberal y la economía de mercado, nos encontramos con fracturas, grietas, debates y hasta con fenómenos populistas que analizamos desde diversos puntos de vista.
Las migraciones, el terrorismo y otros elementos se han conjugado para ello, en medio de una revolución tecnológica que lo ha cambiado todo –los modos de producción, la riqueza, los medios de comunicación de la sociedad– y que ha generado una crisis de la democracia representativa, porque los mecanismos de representación van por otro lado. Las redes han revolucionado el relacionamiento humano generando la falsa ilusión de un ciudadano que se representa a sí mismo y siente que no necesita intermediarios.
Se trata entonces de: contribuir a que la sociedad pueda incorporarse realmente a esa civilización científica y tecnológica y, a la vez, conservar aquellos principios esenciales que hacen a la vida y a los principios básicos de la democracia. La libertad sigue siendo libertad, el Estado de Derecho sigue siendo la ley y la honestidad sigue siendo honestidad.
Es imprescindible enseñar las “Responsabilidades y Derechos del ejercicio ciudadano” bajo la premisa de convivir con la realidad de que nuestra única certeza es “La certeza de la incertidumbre” y su coincidencia con “El impacto de la tecnología” en nuestras vidas.
Esta nueva realidad nos lleva nuevamente a encontrar los caminos a fin de, pese a la nueva moda del corto plazo, preservar nuestro compromiso con la democracia. Ese es nuestro derecho y nuestra responsabilidad, y si algo ha quedado claro es que, pese a todos los cambios, el largo plazo es vital para el desarrollo social y para ello la política importa.
Por si alguna duda teníamos, de la importancia que ella tiene retornó la más primitiva venganza de la naturaleza: la peste.
Ella hizo clamorosa la ingobernabilidad de esta globalización. Cuando más se necesitaba una acción conjunta, más anárquicas fueron las reacciones. Se puso en crisis toda la construcción internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. Un fenómeno universal, más demandante que nunca de una coordinación internacional, nos mostró sin ningún principio orientador. Por ello, en 2020 debimos suspender nuestros encuentros, retornamos en 2021, con vacunas y tapabocas. Convocados en Santiago de Compostela, bajo de consigna de “El mundo en pandemia”.
Y luego, el otro salto anacrónico e inesperado: una guerra europea; que se transforma luego, de algún modo, en una guerra de todo Occidente. Montesquieu, en sus “Cartas Persas”, en 1717, dice: “Tiemblo y temo ante la posibilidad de que un día creemos una herramienta que pueda destruir ciudades o naciones”.
Se vuelve a mirar hacia los tan discutidos políticos reclamándoles rumbo. Inevitablemente a ellos debimos recurrir, para encontrar caminos a fin de revertir las consecuencias de: “Pandemia y Guerra: destrucción Humana, Política y Cultural”.
Se hizo imperioso llevar adelante el debate hacia un necesario “Renacimiento de la ética”. Se adolecia de la degradación de la política, en el valor de la palabra dada, así como la irrupción de las tecnologías y la fuerza de las tecnociencias, nos imponían también una valoración ética. Bien están las redes sociales, pero no al servicio de cualquier cosa. Bienvenida la Inteligencia Artificial, pero sin que ella sustituya la conducción humana de la sociedad.
Todo esto hace necesario que los ciudadanos recuperen “La confianza en la sociedad contemporánea” tan cambiante en sus formas de comunicación y modas de representación, a la vez que la construcción conjunta de una sociedad que merece la pena.
En su libro “Las instituciones invisibles”, Pierre Rosanvallon, hace un estudio comparativo, intentando entender a las democracias ingobernables y basa su análisis en esas instituciones invisibles, que no están definidas por normas ni estatutos, ni tampoco están dotadas de capacidad de coacción, sin embargo ellas se entrelazan así para formar un sistema. Ellas son: autoridad, confianza y legitimidad. Sobre todo, confianza.
Por todo eso tras ya 29 largos años de labor, continuamos trabajando.Para mantener viva la llama. Para que no renunciemos a la obligación de pensar. Y tratar de hacer pensar.
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